miércoles, 13 de agosto de 2008

Daños colaterales


Mientras me hayaba bajo la cruel tutela de Pai Mei acabé durmiendo en un bosque a solas con la noche. No me dejó nada para que pudiese defenderme dijo que debía usar las manos como armas, que era el bosque el que debía temerme y no que yo tuviese miedo al bosque. Con los ovarios a la altura de las cuerdas vocales hice una pequeña mochila con lo más imprescindible que iba a necesitar y me sumí entre la oscuridad y las ramas, dejándome absorver por sonidos lejanos de lugares que ya conocía. Lugares como el 'Paso de antes de la Muerte' o 'El estrecho silencio de los locos'. Ya había estado allí y había encontrado el camino de vuelta de todo. Ahora sólo estaba algo más desorientada, que no perdida. Me hice la cama en un rincón cualquiera (tan bueno o malo como otros tantos) y dejé que me venciese el sueño. Con los primeros rayos de sol amanecían mis ojos. Estaba sola, estaba triste, estaba misteriosamente más fuerte que nunca y más segura que otras muchas veces. Pensé, el cabronazo de Pai Mei sólo sabe enseñar haciendo daño.

2 comentarios:

albert dijo...

ahora sólo necesitas tres pulgadas para golpear y ya no tienes miedo. aunque estoy convencido de que hay maestros que enseñan lo mismo sin dolor.

A corderetas con mi alma: "Corde" dijo...

Joé con el Pai Mei. Espero que fuera un bosque tropical y no un bosque de los Pirineos en mitad de enero. De todos modos yo no opino lo mismo. No por haber pasado una prueba se deja de temer y se es más fuerte. Creo que la teoría de la repetición de pruebas es la que en realidad nos ayuda a poder vencer el miedo. Así que, al bosque todas las noches.