viernes, 6 de marzo de 2009

El andén


Se queda sentada en el andén mirando cómo se van los metros, cómo sube y baja la gente y las prisas de todos por llegar los primeros a las escaleras mecánicas. Por un segundo, si te fijas bien, puedes ver sus ojos brillar. Giras la cabeza (todos somos cotillas innatos) esperando distingir cualquier gesto que delate a quien esperaba... pero no. Vuelves a mirar sus ojos y puedes leer su decepción. Subes las escaleras y empiezas a pensar qué hará esa señora de cincuentaymuchos sentada en andén, bien vestida, oliendo a pachuli y rodeada de bolsas de basura. ¿Quién será la persona que pueda borrar la pena de sus ojos? Pero luego llegas a casa, te metes en tu mundo y la olvidas...

La ilustración es de Obsolete World. Seguro que pongo alguna más porque me encanta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has descrito veinte años más tarde... excepto por lo de bien vestida, claro...

M

A corderetas con mi alma: "Corde" dijo...

Como aquí no tenemos metro, un día probé un experimento parecido en mi iglesia de toda la vida. Me senté y observé.
Hay gente que llora continuamente mientras reza. Otros, se agarran las manos como si se les fuera la vida en ello. Otros, cotillean sin ningún respeto hacia su dios... Y luego están los que se confiesan. Me encanta como tras decir su penitencia, vuelven al bar a beber y a llamar "chino hijo de puta" al camarero.
Es lo que tienen los andenes, es lo que tienen las iglesias... Es lo quer tiene la vida si te detienes a observarla un poco.