jueves, 22 de mayo de 2008

Historias de la linea 6


A sus dos metros diez miraba de reojo el mundo intentando no cargarse a nadie. La ciudad se había llenado de gente realmente bajita. En este preciso momento miraba a una señora latina de unos 50 años y que le quedaba por la cintura. Mientras tanto, sus rizos luchaban para no despeinarse con el techo del vagón. El mundo era un lugar de contrastes. Nunca le parecía que prestase la suficiente atención. Por ello caminaba casi agazapado observando el vayvén de las puntas blancas de sus playeras.

A su metro 70 ella era ni alta ni baja, claro que ahora que la ciudad se había llenado de gente realmente bajita, con diez centímetros de tacón era Claudia, Naomi o Dios. No era ni guapa ni fea, ni delgada ni gorda, ni lista ni tonta. Miraba, de reojo, a la gente con la que se cruzaba: este es demasiado bajo, demasiados granos, demasiado pecho...mientras corría para no perder el próximo metro. Justo al llegar al andén pegó un brinco al tiempo que sonaba el silbido que avisaba del cierre de puertas y chocó, irremediablemente, con el chico más alto del mundo ( con perdón del gigante de Big Fish). Y él pedía mil perdones, y ella pensaba que era encantador y ambos se miraban a los ojos...

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La ilustración es de Will Murai.

3 comentarios:

A corderetas con mi alma: "Corde" dijo...

No me cuente más, no me lo cuente...
El metro da para tantas historias... Pero yo, que soy una chica de uno setenta, nunca me he encontrado a un tipo alto que me mirara con esa actitud tan positiva... Y eso que la línea 6 me ha dado para mucho, como es tan larga y circular.
Por cierto, una ilustración muy "ilustradora" de cómo es el comportamiento de la gente en el metro. Mola.

albert dijo...

es que los hobbits no miráis por dónde andáis y encima nos sentimos mal por aplastaros. mirad hacia arriba de vez en cuando...

Folax dijo...

Y yo aquí. Los pies y la bici son mi medio de locomoción. Y, a veces, mi mente.
Recuerdo con cariño aquellas mañanas de Metro, aunque de la línea 6 no sea adsiduo, y me veo riéndome de los que cabecean de sueño y buscando miradas confidentes de alguna que otra señorita. Lo más impactante del metro es lo "excesivamente" bien que huele por las mañanas, y lo "sobaquero" que lo hace por la tardes.
En resumen, ya volveré a esas experiencias cuasi místicas a mi regreso.
Mil besos desde el nortísimo!!!