La pequeña pecosilla

Últimamente me he dado cuenta de lo importante que es demostrarle a la gente que quieres lo absolutamente imprescindibles que son para mí. Así las cosas me estoy dedicando a quedarme en paz conmigo misma llamando o mandando sms o mails diciéndole a la gente: "sé que estás, lamento no tener tiempo para poder corresponderte como te mereces pero eres importante para mí y te quiero". No han sido muchos los afortunados pero todos y cada uno de ellos lo han recibido con alivio y ternura. Hay una personita importantísima para mí que es, probablemente, con la que más malqueda soy: mi hermana. Supongo que para quedarme a gusto debía decir públicamente que lo siento y que la quiero mogollón porque a veces me habla como Yoda, porque tiene la mala leche de Stewie y porque es la tía más lista que conozco (quitando Daría). Pues eso, que quien no la conozca se pierde un genio y que si la queréis conocer no os va a poner las cosas fáciles, por eso se la quiere más.

Cambiando de tema ñoño (que es la primera vez que lo hago) pues me he dado cuenta de que todo lo que quiero para mi vida es tener todos los días un motivo para sonreir. A veces las tías nos obcecamos en que sea el amor pero eso es una chorrada. A mí lo que realmente me "pone" son las cañas con los amigos, las canciones desafinadas, las cenas en bares cutres, las victorias del Atleti y ser borde con la gente. El amor es sólo un invento de nuestras endorfinas y, cuando estas dejan de funcionar, es cuando te das cuenta de lo absurdo de todo. Mujeres del mundo: hagamos de los hombres klinex o compañeros pero nunca amemos con devoción absoluta porque, queridas, el amor no existe.