viernes, 16 de noviembre de 2007

Los viejunos

Ayer estaba en el Eroski que acaban de abrir al lado de mi casa (con precios irrisorios, oigan, que es la inauguración) cuando me vi rodeada de esos espícimenes humanos que suplican compañía y amor: los viejunos. El primer especímen a analizar a lo largo de la tienda era una señora de la edad, más o menos, de Matusalén y un simpático metro 40 que la convertían en la abuela tamagochi de la tienda. La señora en cuestión iba atraviada con una de esas faldas grises de abuela que parece que pican y una chaqueta marrón ( la pobre no debe tener quien la diga que esa combinación es mortal de necesidad) de esas que PICAN y que tanto le gustan a nuestra tercera edad. Su pelo sin lavar desde, aproximadamente, tres meses daban una idea de la precaria vida que la señora debía llevar.

Así las cosas, vista desde lejos, me pareció una señora de estas que te hacen pensar que pobrecita y que espero no acabar así. Mi idea de ella cambió drásticamente tras el primer contacto olfativo... Sï amigos, esta entrañable señora apestaba (y mucho) a orín. Entonces dejó de caerme bien porque, claro, uno puede ser muy pobre pero nunca ha de ser un CERDO. El caso es que la señora cuya pestilencia me atoraba decidió que mi compra y yo éramos un buen objetivo para sacarnos de quicio.

Lo típico, tú vas a coger algo y la vieja se adelanta y te mira con cara de ¡ respétame, soy vieja! pero en cuanto no miras vuelve a dejarlo en su sitio, momento en el que yo recuperaba lo que desde el principio debió ser mío. Todo era más o menos así hasta la sección zumos, en la que yo iba a echar mano al único representante de una sección única: el zumo de melocotón con uva. Y la señora me vio e intento robármelo, claro que mi metro y 68 me daba ventaja sobre ella. Y cogí mi zumo y la miré con cara de ¡Señora, no me da pena! y ella me odió.

Acabada ya mi historia de amor- odio con la señora llega la hora de hacer cola (esos momentos, madre mía). Mientras mi paciencia estaba poniéndose a prueba un señor de unos 70 se dedicó, básicamente, a desquiciarme mientras andaba con sus diatribas sobre si comprar en Eroski era o no era ayudar a la subvención de ETA y porque, claro, estos son vascos y etc, etc, etc... Madre mía que hartura de hombre... así que acabé susurrando algo así como " pues deje su compra que nosotros nos la repartimos y déjenos en paz" que le molestó tanto al hombre como a mi madre, que me miraba con cara de "hija no, por dios, no hables de política aquí". Así que mi madre, horrorizada hizo la 3- 14 y nos colamos, pagando automáticamente y llegando a casa para cagarme en paz en la tercera edad.

2 comentarios:

albert dijo...

yo es que soy más de mercadona (hay eta en valencia?) pero reconozco a esos especímenes de los que hablas. por suerte inventaron la maquinita del "su turno" porque ir a comprar al mercado del barrio significa estar más atento a quién da "la vez" que un portero al balón en plena tanda de penaltis.
respecto a los olores corporales, me he acordado de la designación que dábamos a un señor al que llamábamos "el 1000 kms." porque era la distancia desde la que podías olerle...
bufff, casi me dan arcadas de recordarle

Alvaro Claver dijo...

Jajaja me parto.
A mi me pasa algo parecido cuando voy a la seccion de precios reducidos del Sainsbury's, solo que no son viejos, sino una especie de Zombies gordos y frikis que van con las madres de pelo cano a esperar que llegue el reponedor... y comienzan el ritual.
Algun dia hablare de eso jejejeje

ABRAZO!!!!
AUPA EUSKADI!!!!