lunes, 19 de noviembre de 2007

Pájaros en la cabeza


Desgraciadamente la única solución que tenía el problema era enganchar al toro por los cuernos. Aunque estuvo dudando durante largo tiempo, pensando las palabras que dirigiría a sus congéneres, al final fue un impulso lo que creó el silencio en medio de la colonia. Sin dolor ni resentimiento, pero con toda la crudeza que la situación requería, hizo conscientes a los demás de la gravísima situación en la que se encontraba. Sin venir a cuento se largaba de la ciudad y de la vida de tantos. Cruzó los dedos y desapareció.
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No os alarméis. Sólo es una de las minihistorias que estoy escribiendo y que os debía. Ha sido un fin de semana agridulce, con discusiones paterno-filiales varias que culminaron ayer con otro enfado de órdago, pero también de amigos y cañejas. No me apetece hablar más, nos vemos en las calles de Madrid.

Pd: No entiendo qué le pasa a las fuentes de este blog.

1 comentario:

albert dijo...

cómo me gustan los minicuentos...