martes, 20 de marzo de 2007

Dosis de vitalidad


Yo era muy pequeña, debía tener unos cinco años o así. Como siempre he sido muy especialita, a mis padres les costaba Dios y ayuda que encontrase unos zapatos a mi gusto. Recuerdo que me llevaron a un montón de zapaterías pero a mí no me gustaba ninguno y lloraba y decía que quería los de Dorothy (claro, no recuerdo cómo lo pronunciaba). El caso es que recuerdo que me llevaron a una zapatería por la Calle de la Oca (o por ahi) y allí me enseñaron mis zapatos favoritos: eran de charol, granates y tenían una correílla para atártelos sin que se salieran. En caso es que esos eran los zapatos que yo quería...así que salí de la tienda tan contenta. Pero claro, tan contenta estaba que hacía lo que está haciendo esta niña (mirarse sus superbotas) pero caminando. Más de una vez acabé con rasguños en las rodillas por mirar los zapatos rojos mientras caminaba. Que conste que esta es la historia más real de todas las que he colgado en el blog. Me he acordado de ella viendo las fotos de Sebastiao Salgado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Curioso: el sábado fuí a la boda de una de mis mejores amigas. Llevaba una merceditas de color granate...con unos ocho centímetros de tacón (Dorothy se ha hecho mayor). Hoy continúo sin poder plantar el pie.

Lostnilwen dijo...

Los tacones no están hechos para mujeres como nosotras. A mí la verdad es que me gustan, pero la tortura de soportarlos... eso es ya otra cosa. De todos modos ya me los enseñará Madame, por eso de la nostalgia.

Anónimo dijo...

No son de charol, pero para el caso... Y sí, se los enseño, pero una bolsa, que la menda no se los vuelve a poner en su vida...

Unknown dijo...

Yo quería unas "botas butanas". Ojalá mis viejos hubieran podido comprender que eso significaba unas "botas de agua de color naranja".
Lloré desconsolado y nunca me hice con ellas.